Rafael Gumucio
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domingo 19 de noviembre de 2006
("Esta resena de Rafael Gumucio sobre el senador Fernando Flores del PPD, uno de los personajes mas polemicos en este escandalo de corrupcion que sacude al gobierno y en particular al PPD."[Pato Navia])
"Yo no estoy para tanta huevadas"-declaro con su característica elegancia el senador Flores, para posteriormente acometer muchas de las huevadas que a los chilenos nos tienen cansado de la política nacional.
Sin pudor fue de estudio de televisión en estudio de televisión ventilando conversaciones privadas, pasando por encima de cualquier institución, reglamento, o simple lealtad amistosa, para dejar caer-como quien no quiere la cosa-todo tipo de acusaciones al voleo. El único logro visible, a parte de la destrucción sistemática de un partido que hace pocos meses quería dirigir, fue cubrir y minimizar las irregularidades de Girardi, confundiendo a todos en una bruma de declaraciones, y permitiendo, en nombre de la bendita transparencia, más impunidad.
No me cabe duda que al senador Flores mis criticas y las de cualquiera lo tienen sin cuidado. Una de la más indignante de sus características es la seguridad absoluta en su propia genialidad. Vino de estados unidos donde gana mucho dinero y tiene muchos amigos, y sus nietos e hijos viven y prosperan, para salvarnos a los chilenos de nuestra propia mediocridad. De pura buena persona que es se ha hecho senador, desembolsando una gran suma de dinero en ello, eligiendo una región desértica y pobre a la que conectar con los flujos informaticos del mundo entero.
No nos portamos bien, los defraudamos, no estuvimos a su altura, fuimos mediocres, corruptos, mala onda, así que el Buda Flores decide ya no querernos y decirnos en nuestra cara que somos unos mafiosos, unos ignorantes, unos pobres tipos a los que-de no mejorar substancialmente-el va abandonar, para volver a San Francisco donde lo idolatran.
La grandilocuencia es para Flores una vieja amiga. En el gobierno de Salvador Allende estaba a punto de conectar toda la administración pública a un computador gigante alojado en uno de los departamentos del paseo Bulnes, cuando vino el golpe. Flores, Talquino, brusco y sin pelo en la lengua, amigo de sus amigos, sufrió la relegación y el exilio. En inglés, y sin las tallas y la mala onda de los compatriotas, logró una extraña fusión de filosofía y tecnología que conquisto el alma de más de un magnate.
Flores, un hombre sensible y más bien solitario empezó a gustarle eso de tener discipulos. En chile legiones de personeros públicos y privados han pasado por sus cursos, cantando las alabanzas del profeta en todo tipo de foros. Varias veces he tratado que algunos de sus iluminados alumnos me expliquen los revolucionarios contenidos de las charlas de Flores. Generalmente suelen estos repetirme sarta de lugares comunes como que hay que llegar a la hora a las citas, o que hay que sincerar las relaciones en la empresa. También me hablan de un futuro en red-que ya es presente-y nuevas formas de organización y otras bendiciones tecnotronicas imposibles de verificar.
Flores, el hombre del futuro, el campeón de la tecnología, y el nuevo conocimiento, representa sin embargo una figura muy conocida de nuestro
pasado: El millonario que hace política por filantropía. El caballero que paga su campaña con su propia plata y que por eso queda facultado para dar lecciones a los pobres ratones de cola pelada que anda rasguñando boletas y robando mesas de ping pong. Como si el hecho realmente indignante no fuese el que en chile un hombre pobre o normal, no pueda llegar a ser senador sin robar algo, o contar con el gentil auspicio de algún empresario.
No parece darse cuenta que ambos, el senador que ve la política como una excentricidad en que gastar su plata, y el senador que hace trampa para conservar su clientela, son las dos caras de la misma moneda, la de caciquismo, la de la política visto como un pasatiempo parecido a la caza de ciervos.
Lo que falta no son ni referentes nuevos, ni nuevas formas de entender la política, sino la vieja, la antigua y despreciaba humildad para verse como parte de un todo que no se puede uno permitir ensuciar, escupir o despreciar impunemente.
Tuesday, November 21, 2006
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